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Un "quijote" prusiano en la Araucanía (1859-1862). Parte I

Sigue la saga de Paul Treutler:

Un "quijote" prusiano en la Araucanía (1859-1862). Parte I

Publicado el 14/09/2016
Nuestro curador de Antropología, Francisco Garrido, continúa con la historia del ingeniero prusiano Paul Treutler, a quien dejamos cuando había terminado sin fama, gloria, ni dinero en su búsqueda de minas de plata en Copiapó y decide emprender nuevas aventuras, esta vez en el sur de Chile. El año era 1859 y cuando ya pensaba abandonar el país, llegaron a sus oídos halagadoras noticias de valiosísimas minas de oro en la Araucanía, las cuales habían sido explotadas por los españoles en Villarrica, Osorno y La Imperial, para luego ser abandonadas una vez que estos huyeron derrotados por el pueblo mapuche.

Motivado por aquellas fantasías de riqueza, Treutler se embarcó hacia Valdivia, lugar en el cual encontró muchos compatriotas alemanes que continuaron alimentando su imaginación con historias novelescas de minas abandonadas y tesoros incalculables. Cuando decidió incursionar en territorio mapuche, se fijó una ambiciosa lista de objetivos que incluía la exploración cartográfica y geológica del territorio, la identificación de terrenos con potencial agrícola para su colonización, la búsqueda de las mejores rutas de conectividad caminera, hallar las minas de oro de los antiguos españoles y los supuestos "tesoros" enterrados en Villarrica, el aprendizaje del idioma mapudungun, además de "…que se propague la religión cristiana" y como si fuera poco "lograr que devuelvan, mediante rescate, las mujeres y jóvenes cristianas que mantenían como esclavas".

La quijotesca y desquiciada empresa de Treutler necesitaba una fachada para no ser descubierto y pasar de incógnito en territorio indígena. Para ello se hizo pasar como comerciante viajero o conchavador, llevando mercaderías para intercambio como aguardiente, tabaco, añil, sables, cuchillos, pañuelos y chaquetas. Para su viaje se hacía acompañar de un intérprete, dos arrieros y unos cuantos peones para trabajo minero en caso de realizar algún hallazgo relevante. En Punupaca visitó los primeros lavaderos de oro abandonados de la época de la conquista, lo cual lo animó aún más a seguir adelante y buscar su nuevo "El Dorado". Los senderos montañosos eran difíciles, húmedos y gredosos. Los coihues y otras ramas cubrían los caminos que apenas dejaban pasar los caballos e incomodaban enormemente a los jinetes. En diversas visitas a viviendas mapuches fue invitado a comer carnero con maíz, papas y ají, pecado, pollo y cochayuyo, mientras escuchaba antiguas historias locales. Lo que recibía a cambio en los intercambios de mercadería era ganado vacuno y cueros curtidos. En múltiples ocasiones asistió a banquetes ceremoniales, presenció funerales de caciques, y una vez casi atestiguó su propia muerte cuando la canoa por la que navegaban un río se dio vuelta durante una tormenta.

En una segunda expedición desde Valdivia, Treutler se internó mucho más profundo en la Araucanía y visitó las minas auríferas de Pumillahue en Quilche, con ayuda de algunos caciques con los cuales entabló amistad. Después de una larga travesía llegó finalmente a las cercanías de Villarrica gracias a su amistad con los caciques Vointén y Antülef. Allí, en medio de la densa vegetación del sur, reconoció los antiguos fosos que rodeaban la ciudad española y los cimientos de sus murallas, casas y trazados de calles. En este lugar esperaba encontrar tesoros olvidados, los cuales había prometido distribuir con sus caciques amigos. Sin embargo, los caciques no aprobaron su intromisión abierta en las ruinas de Villarrica sin el consentimiento de las otras parcialidades aledañas. El temor a llamar la atención del gobierno u otros colonos chilenos a su territorio los llevaba a actuar con prudencia y conseguir permiso podría tomar varios meses, Treutler se sintió desesperado, pero no tuvo más remedio que volver a Valdivia donde al llegar se llevó la triste sorpresa de que un gran incendio había consumido su hotel y todas sus pertenencias.

Por ello, decidió apurarse y retornar cuanto antes a Villarrica en una tercera expedición. Cuando ya Treutler se hallaba listo para partir, se llevó la mala sorpresa de que ninguno de sus previos acompañantes quería ir con él por lo riesgoso del viaje en temporada de lluvias y por los rumores de que algunas comunidades no estaban contentas con las intenciones de su viaje. Después de muchos esfuerzos logró que lo acompañasen hasta Pitrufquén, donde contaría con la ayuda del cacique local para llegar hasta Villarrica. Una vez más sus gestiones fueron infructuosas por la falta de apoyo de las comunidades locales a sus demandas, por lo cual tuvo que regresar a Valdivia.

En eso Treutler decide viajar a Santiago a buscar apoyo del gobierno para nuevas expediciones, y se contacta con el presidente José Joaquín Pérez en 1861 para buscar apoyo económico, pero fue tramitado de modo infructuoso. Una de las principales acciones de Treutler durante su estadía en Santiago, fue la de conseguir fondos a través de la suscripción a un libro que relataría sus expediciones. Esta obra fue titulada "La provincia de Valdivia i los Araucanos", libro por el cual su autor pretendía dar a conocer la geografía, cultura y riquezas de la zona, pero claramente bajo una mentalidad colonialista y de búsqueda de riqueza y fama personal. Por ello, él plantea en su libro los siguientes objetivos de su misión en la Araucanía:

"Tranquilizar los ánimos de los indios, i, con sanos consejos i buenos regalos, hacerles comprender sus verdaderos intereses; Arbitrar los medios de civilizarlos amistosamente; Conseguir, que permitieran la fundación de algunas misiones, para la propagación de la religión cristiana i la educación de sus hijos ; Obtener que consintieran en la venta de sus terrenos incultos i abandonados a chilenos o estranjeros; Reconocer los terrenos cultivables i levantar planos de todos ellos; Reconocer los caminos i vías de transporte por agua í tierra, formando también los respectivos planos. Reconocer los pasos al travez de la cordillera a la República Arjentina ; ' Visitar i reconocer las ruinas de la antigua ciudad de Villa-Rica, donde es fama hai entierros de consideración. Reconocer la laguna de Villa-Rica i su isla, en donde, según es tradición, ocultaron los antiguos españoles la mayor parte de sus riquezas ; Reconocer el volcán del mismo nombre i tomar su altura sobre el nivel del mar ; Buscar i acopiar antigüedades para el Museo Nacional; Formar colecciones mineralójicas i jeolójicas; Tratar de rescatar a varias cautivas que jimen en la mas horrorosa esclavitud; Estudiar a los araucanos, su idioma, carácter, relijion i costumbres, todo lo que me ha dado materia para este trabajo; Conocer exactamente sus pueblos, su número i el, de sus guerreros; Obtener la confianza de los principales caciques al Sur de Tolten i, por sus datos fidedignos, la seguridad de que existen maravillosos tesoros en sus terrenos; Descubrir los restos de una ciudad antigua no mencionada en la historia;"[1] [1] La ortografía corresponde a una transcripción literal del texto original.

El desenlace de tan descabellada misión lo conoceremos en la siguiente entrega de esta historia.

Continuará…