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Cómo pueden los pequeños crustáceos atacar a seres humanos

Nadie está a salvo:

Cómo pueden los pequeños crustáceos atacar a seres humanos

Publicado el 16/08/2017
Ejemplar de Uristes paramoi 
Ejemplar de Uristes paramoi 
Jorge Pérez-Schultheiss, Curador del Área de Zoología del MNHN, nos cuenta cómo crustáceos que miden sólo milímetros pueden ser muy dañinos.

El primer fin de semana de agosto, la prensa mundial dio a conocer la noticia del raro ataque de pequeñas criaturas marinas a un joven australiano de 16 años, quien resultó con sangrientas heridas. El joven, llamado Sam Kanizay entró al agua en una playa al Sureste de Melbourne, Australia, donde luego de un tiempo comenzó a sentir dolor, que inicialmente atribuyó a las molestias musculares luego de haber estado jugando futbol; sin embargo, al observar más detenidamente, se dio cuenta que estaba siendo atacado por pequeños crustáceos marinos, que mordían sus piernas hasta producir los impactantes resultados que pueden ser vistos en los informes noticiosos: http://www.biobiochile.cl/noticias/sociedad/curiosidades/2017/08/08/joven-sufre-brutales-heridas-tras-ser-atacado-por-un-tipo-de-pulga-marina-en-australia.shtml

Al leer la noticia, inmediatamente pensé que se trataba de alguna especie de isópodo cirolánido (véase figura 1), pues muchos de ellos son voraces carroñeros en playas arenosas de casi todo el mundo. Sin embargo, gracias a que el padre de Sam regreso más tarde a la playa para colectar una muestra de estos pequeños carnívoros, hemos tenido noticias de los verdaderos culpables: se trata de un anfípodo Lysianassido (http://www.abc.net.au/news/2017-08-07/teens-legs-attack-sea-creatures-identified-by-musuems-victoria/8782634, un grupo conocido para nosotros, ya que el año pasado publicamos un artículo donde revisamos las especies Chilenas (véase referencia).

A pesar de que aún no sabemos con exactitud de cuál de las numerosas especies de Lysianassidos conocidos se trata, creo que sería interesante mostrarles algunos detalles generales que permiten entender el ataque de estos pequeños animales. ¿Cómo es que estos crustáceos que no suelen superan unos pocos milímetros, pudieron inferir tales heridas?

Los Lysianassidos constituyen un grupo de anfípodos muy diverso, que incluye 33 familias distintas, varias de ellas con especies adaptadas a una vida carroñera (por ejemplo, representantes de las familias Lysianassidae, Uristidae y Eurytheneidae)

Estos anfípodos cumplen un rol ecológico muy importante debido a sus hábitos carroñeros, siendo especialmente voraces y eficientes en la eliminación de restos de organismos muertos, como invertebrados, peces e incluso ballenas. Es frecuente que cuando encuentran un cadáver, muchos individuos se congreguen frenéticamente para alimentarse, siendo capaces de dejar solo los huesos en muy poco tiempo de modo similar a como lo hacen las pirañas (véase figura 2).

Estos crustáceos carroñeros están equipados con un completo sistema para detectar señales o sustancias químicas disueltas en el agua y así encontrar su alimento. Las antenas de los Lysianassidos llevan estructuras complejas que funcionan como receptores de señales físicas (por ejemplo, ondas en el agua) o mensajes químicos, en este caso, producidos por los cadáveres. Por ejemplo, en el primer par de antenas se puede encontrar el calinoforo, una estructura en forma de escudo, con una densa cubierta de setas sensoriales, que cubren los segmentos basales del flagelo. Además, a lo largo de las antena existen algunas setas modificadas llamadas estetascos y pequeñas estructuras en forma de antena parabólica, llamadas calceolos (véase figura 3). Es probable que el ataque a Sam Kanizay se deba a que antes tocó con los pies algún cadáver (quizá un cangrejo muerto en la playa) y quedo impregnado de su “olor”, que fue detectado por medio de estos receptores, provocando el ataque en masa.  

Pues bien, ¿Cómo es que son capaces de inferir estas pequeñas heridas? La boca de todos los anfípodos, está armada con una serie de apéndices, que cumplen diferentes funciones, como manipular, cortar y moler el alimento, pero que en los Lysianassidos están especialmente adaptados para desgarrar carne. A ambos lados de la boca, se insertan dos poderosas mandíbulas, que tienen un extremo cortante llamado incisivo y más atrás, se encuentran un par de maxilas, cubiertas de setas quitinosas gruesas y aserradas (véase figura 3). Estas estructuras son las que debieron perforar la piel de Sam, dejando un minúsculo pinchazo por el que manaba la sangre que, debido a una coagulación dificultosa y al ataque masivo de muchos individuos, termino cubriendo sus piernas y alarmando a todo el mundo.   

Un aspecto que llamó la atención en el ataque australiano, fue la dificultad para identificar los animales responsables. Los nombres informados en la prensa van desde “piojos marinos”, calígidos (copépodos parásitos de peces!), hasta pulgas de mar. En este sentido, fue muy importante que el padre de Sam volviese al lugar con un trozo de carne, para colectar ejemplares, que luego envió al Museo de Victoria, donde los investigadores pudieron dar con la familia Lysianassidae; pero hasta ahora no se ha informado con precisión a que especie corresponden. Esto último es una tarea difícil que no puede ser realizada instantáneamente, ya que requiere un conocimiento mucho más profundo de este grupo de animales, que a veces solo pueden ser identificados por un especialista.  

La pregunta que seguramente ronda en la mente de quienes están pensando en ir a la playa, es si podrían encontrarse con estos crustáceos en Chile. La respuesta es sí, hasta ahora tenemos conocimiento de una única especie de Uristidae, llamado Uristes paramoi (existen varias especies más, pero en aguas más profundas), que habita en playas de modo muy similar a la especie del ataque, pero son animales raros, que probablemente ya están extintos en la mayor parte de las playas visitadas por los veraneantes, pues los hemos visto solo en algunas playas poco frecuentadas del sur de Chile. Mucho más probable sería encontrar especies de isópodo cirolánidos de hábitos carroñeros (en la figura 1, las especies B, C y D), que también tienen mandíbulas fuertes con las que pueden morder (véase como ejemplo figura 1, abajo, flecha negra), pero en realidad no existe mayor riesgo, ya que el caso de Australia es excepcionalmente raro y las especies más grandes habitan en aguas más profundas, por lo que difícilmente se encontrarán en playas. Estos crustáceos, ya sea Lysianassidos o Cirolánidos, no atacan normalmente al hombre (salvo uno que otro individuo enojado porque lo acabamos de pisar, digo esto por experiencia propia!), y cuando lo hacen no suelen causar heridas importantes, sino solo pequeños pinchazos casi imperceptibles.    

Para terminar, y como curiosidad, pensemos que los anfípodos carroñeros que atacaron a Sam, no superan en promedio los cinco milímetros de longitud y que el ejemplar de Uristes paramoi que aquí les presentamos (figura 3a) es bastante grande, alcanzando los 13 milímetros. Ahora imaginemos que podrían hacer algunas especies del océano profundo, como Eurythenes gryllus, que supera los cincuenta milímetros (cinco centímetros), o Alicella gigantea (véase figura 4), de la Fosa de Las Marianas, que alcanza hasta 300 milímetros (30 centímetros). No, ¡mejor no pensemos en eso!