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Crónica de una muerte anunciada: Felipillo, un rebelde indígena (Primera parte)

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Crónica de una muerte anunciada: Felipillo, un rebelde indígena (Primera parte)

Publicado el 26/04/2018
Así Felipe Guaman Poma de Ayala representó el encuentro de Cajamarca. Al medio está Atahualpa y a sus pies Francisco Pizarro (izquierda) y fray Vicente Valverde (derecha). De pie, a su derecha, está Felipillo.
Así Felipe Guaman Poma de Ayala representó el encuentro de Cajamarca. Al medio está Atahualpa y a sus pies Francisco Pizarro (izquierda) y fray Vicente Valverde (derecha). De pie, a su derecha, está Felipillo.
Francisco Garrido, Curador del Área de Antropología del MNHN, y Soledad González, investigadora del Centro de Estudios Históricos de la Universidad Bernardo O'Higgins, prepararon esta nota apasionante sobre Felipillo, un protagonista desconocido de la historia.

Hay personas cuyas vidas transcurrieron en medio de abruptos cambios históricos. Una revolución, una guerra o una conquista pueden desviar nuestra existencia hacia destinos inesperados, instalándonos en escenarios azarosos y, quizá, llevándonos a tomar decisiones impensadas previamente. En el umbral de su muerte en el valle de Aconcagua, en la zona central del actual Chile, es probable que Felipillo haya recordado el momento en que los hechos se precipitaron, cambiando su vida para siempre. Aunque no sabemos a ciencia cierta su procedencia, es posible que Felipillo haya nacido en la costa norte del Perú, siendo bautizado posteriormente por los españoles con el nombre de Felipe. El diminutivo Felipillo obedecía a su condición de indígena y, en el futuro, un pesado estigma recaería sobre él.

Cuando los españoles recién desembarcaron en las costas de lo que más tarde sería Perú, un nuevo orden se imponía entre espadas, intrigas y violencia. Francisco Pizarro estaba al tanto de que los incas habían sido poderosos señores y, ya instalado en Cajamarca, mandó a llamar ante su presencia a Atahualpa, el último de sus gobernantes, con el objetivo de que se sometiera a la corona española. Felipillo fue el intérprete –o lengua, como se llamaban en aquel entonces- de esta tensa y trascendental entrevista, en donde Pizarro le comunicó a Atahualpa que venía en nombre de un gran señor que quería ser su amigo. En la versión del cronista indígena Felipe Guaman Poma de Ayala, el Inca respondió a Pizarro que no tenía duda de que el rey de España fuera un gran señor, pero que él también lo era y que no aceptaba su amistad. Uno de los frailes que acompañaban a Pizarro, llamado Vicente Valverde, pidió a Felipillo que le comunicara a Atahualpa que él venía de parte de Dios, otro gran señor, y que ahora debía adorar la cruz y el evangelio. El Inca, incrédulo, respondió que de dónde sacaba eso, a lo que el fraile contestó que estaba escrito en el evangelio, mostrándole la Biblia. Felipillo debió estar en un gran aprieto. Los incas no tuvieron escritura alfabética (tenían un sistema de cuerdas anudadas conocido como quipu, para fines de contabilidad) y no conocían los libros, mucho menos la Biblia. Según Guaman Poma, Atahualpa montó en cólera y pidió a Valverde que la Biblia “le dijera” lo mismo a él. Como era de esperar, el libro no dijo nada. El resto es historia, la guerra había comenzado.

Después de una encarnizada batalla, Pizarro encarceló en Cajamarca a Atahualpa, exigiendo a cambio de su libertad un cuantioso tesoro de piezas de oro y plata. En esta ocasión Felipillo no limitó su actuar a servir de intérprete. Según el español Juan de Betanzos, cuya esposa había sido prima y mujer de Atahualpa, Felipillo en medio de este difícil momento aprovechó la desventajosa posición del Inca y abusó de una de sus esposas. Y no sólo eso, sino que también habría planeado un sofisticado montaje en su contra, haciéndole creer a Pizarro que Atahualpa quería huir. Para ello, mandó a otros intérpretes a que simularan fogatas y pisadas de varios hombres en las cercanías de Cajamarca, de modo que los españoles creyeran que allí habían acampado los incas enemigos. Fue un montaje que a los españoles, ansiosos de repartirse el botín del Inca, les venía como anillo al dedo. Acto seguido, Atahualpa fue condenado a muerte y ejecutado ¿Sería el actuar de Felipillo un acto de ego individual o se trataría de una venganza contra los incas, que previamente habían sometido a su pueblo natal? Aquello nunca lo sabremos con certeza.

Betanzos, culpando a Felipillo del deceso de Atahualpa, nos adelanta el fin de esta historia, en donde Felipillo habría pagado por su supuesta traición: esta lengua no quedó sin castigo, dice, puesto que Almagro le “hizo cuartos” en Chile y “así pagó”.

Continuará...

Referencias

Betanzos, Juan de. 2004 [1551]. Suma y narración de los incas. Edición de María del Carmen Martín Rubio. Ediciones Polifemo, Madrid.

Fernández de Oviedo, Gonzalo. 1851- 1855 [1535-1550]. Historia general y natural de las Indias. Edición de José Amador de los Ríos. Imprenta de la Real Academia de la Historia, Madrid.

Guaman Poma de Ayala, Felipe. 2001 [1615/1616]. Nueva corónica y buen gobierno. Transcripción y edición de John V. Murra, Rolena Adorno y Jorge L. Urioste. Edición virtual de Det Kongelige Bibliotek, Dinamarca. http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/titlepage/es/text/?open=id3083608 (11/04/2018)

Molina, Cristóbal de. 1968 [¿1553?]. Relación de cosas acaecidas en el Perú. Biblioteca de Autores Españoles, Tomo 209, Madrid.