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Las figuras femenina y masculina del cerro El Plomo

Dos rostros del pasado incaico de Santiago:

Las figuras femenina y masculina del cerro El Plomo

Publicado el 04/07/2018
figuras
Francisco Garrido, curador del Área de Antropología del MNHN, nos cuenta en esta nota sobre dos figuras que acompañaron al Niño del cerro El Plomo en sus últimas horas.

Una mujer y un hombre, dos figuras de aleación de plata que acompañaron al niño del cerro El Plomo en su última travesía a la cumbre de aquella montaña. Ella fue depositada junto al niño como ofrenda en su cámara subterránea, mientras que aquel hombre de plata fue enterrado unos 200 metros más debajo de la cima, en una estructura de piedra conocida como el “adoratorio”. Estas figuras fueron los acompañantes de la ceremonia de la capacocha de aquel niño de ocho años depositado en el cerro El Plomo, ella como su acompañante y él resguardando el acceso a su morada ritual. 

Detalle de las trenzas de la figura femenina, su modo de amarre y decoración.
Detalle de las trenzas de la figura femenina, su modo de amarre y decoración.

Para los Incas dichas figuras rituales podían tener múltiples funciones, entre las que destacan el ser sustitutos de sirvientes, tener características de deidades, o representar miembros de la élite Inca. Se les atribuía una fuerza inmaterial y eran parte de rituales religiosos importantes entre los que destaca el de servir de ofrendas en diversas huacas o espacios sagrados. En el caso de los sacrificios rituales en santuarios de altura conocidos como capacocha, estos comenzaban como una masiva procesión desde el Cuzco en dirección hacia los nuevos territorios del Imperio. Su propósito era el de afianzar el control político del imperio y consolidar la presencia incaica incorporando nuevas formas de expresión religiosa sobre las poblaciones locales. Tanto las figuras de metal como las diversas ofrendas depositadas en el ritual de la capacocha, eran importadas desde el centro del imperio Inca y otros lugares relevantes de los Andes centrales, como por ejemplo la costa de Ecuador, desde donde venía el preciado molusco de color naranja llamado mullu o Spondylus, y de la zona selvática del oriente andino desde donde venían las hojas de coca. Hay evidencias de rituales asociados a santuarios de altura con este tipo de ofrendas en muchas cumbres importantes de los Andes, incluyendo el cerro Aconcagua, El Llullaillaco, El Nevado de Chusca, Las Tórtolas, El Volcán Copiapó, El Volcán Jotabeche, entre otros.

Estatuillas femenina y masculina del cerro El Plomo con su atuendo.
Estatuillas femenina y masculina del cerro El Plomo con su atuendo.

Las figuras de metal que acompañan al niño del cerro el Plomo, con gran probabilidad vinieron desde el área del Cuzco.  La figura femenina fue descubierta en 1954, en la misma cámara semi-subterránea donde estaba el niño, junto a sus otras ofrendas. Ella posee vestimenta de lana con bordados, dos trenzas muy bien definidas, un tupu o alfiler de plata que sujeta el manto que la cubre y un tocado de plumas de parina de color rojizo.  Se encontró junto a dos figuras de llamitas: una de aleación de oro y otra de Spondylus.

En el caso de la figura masculina, su fisonomía revela la presencia de dos orejas alargadas y perforadas. Esto era un signo étnico de estatus y distinción relacionado a las familias de la nobleza Inca, razón por la cual sus representantes fueron llamados “orejones” por los españoles. En su cabeza presenta una especie de sombrero-turbante denominado llauto, asociado a la clase gobernante. Su vestimenta es un unku o camisa rectangular en miniatura, la cual presenta un patrón ajedrezado blanco y negro con su parte superior de color rojo, siguiendo un diseño típicamente incaico. Fuera de ello posee también un pequeño bolso colgante o chuspa, una faja, una manta, y otros elementos de connotación ritual para los Incas como, por ejemplo, dos fragmentos concha del mencionado molusco Spondylus, un tocado de plumas, y un pequeño fragmento de lámina de oro y otro de plata. Esta figura fue descubierta en 1988 por los montañistas Ludwig Krahl y Sergio Kunstmann, cuando acamparon en el cerro El Plomo como parte de una de sus excursiones. Desde ese momento fue entregada a nuestro Museo, lugar donde se encuentra hasta el día de hoy.

A diferencia de gran parte de las piezas cerámicas de Chile Central en época Inca que evidencian una fusión de estilos Cuzqueños, locales de la Cultura Aconcagua y Diaguita, ambas figuras de aleación de plata son de los elementos importados más característicos del imperio Inca presentes en la zona de Santiago. Su conservación es excelente y nos brindan la oportunidad de adentrarnos en la ritualidad ancestral, los modos de vestir, y la apariencia física de los miembros de la nobleza incaica hace más de cinco siglos atrás.

Detalle de la decoración del bolso o chuspa de la figura masculina.
Detalle de la decoración del bolso o chuspa de la figura masculina.